sábado, 7 de noviembre de 2015

Maestro del alma: Tomás Valdiviezo




Tomás Valdiviezo es un sereno constructor de belleza. Lo vimos en grabados, extasiarse con el barrio, el trabajo, la construcción… Los últimos óleos proponen una abstracción intensamente colorida que nos devela pinturas escondidas dentro de las pinturas.   Juega con la línea, el color, el espacio y también cuida de sí al punto de no permitir que un ACV dejé huella alguna en su primordial obra de arte, su cuerpo. Sus alumnos lo recuerdan como un generoso maestro, cuidadoso de sus jóvenes discípulos, atento a las limitaciones del aprendiz. Es la generación de plásticos que le brinda este homenaje: Guillermo Pucci, Adriana Martel, Santiago Rodriguez, Horacio Pajés, Mario Vidal Lozano, Gustavo Flores, tal vez queden algunos sin nombrar, pero sólo intento una mirada poética de Tomás Valdiviezo.

 En los años 60` en Salta, la comunidad artística tenía su mirada puesta en Europa. La intención crítica estaba destinada a reinventar la tradición, lo cual era un gesto excluyente. Pero sus contemporáneos: Elsa Salfitti, Argenti, Alina Neyman, Maheasi, hacen posible sentir el aura de la vocación, ya no son tan ajenos a la identidad perseguida  por sus mayores Caribé, Preti, Gertrude Chale, Roman, Brie que venían de una búsqueda que exploraba desde afuera, tratando de plasmar mundos casi ajenos, el del otro en su propia tierra, una búsqueda que para sus alumnos era real. Ellos eran parte de la expresión pictórica  de la provincia. Aunque años después, mientras nuestro país pasaba por otra de sus oscuras etapas no menos densa que la militarizada, los aires de la posmodernidad neoliberal, aplicaban  la lógica de las leyes del mercado del arte,  hasta volverlas insoslayables, entonces la fragmentación era tan profunda, que  un manso y cordial  Tomás Valdiviezo  organiza una “Asociación de Artistas Plásticos Salteños para la Integración” de 1986 a 1996 (luego se convierte en La Asociación de Plásticos Argentinos) de la primera es socio fundador y vitalicio, además, el único de ellos entre nosotros; pero quiero subrayar esta palabra Integración, porque da muestra de la ruptura en que se habría sumergido la comunidad de artistas, pero es el precio por el  que arribamos a la contemporaneidad y es en esas zonas donde  se dirimen los conflictos que evidencian los caminos de la belleza como producto, como industria cultural.
Tomás Valdiviezo ya de  niño no permitió que  nadie mirara en él diferencia alguna, logrando ser considerado, a través de su talento, un artista visual. El joven Tomás cursaba la escuela primaria en Tartagal, su maestra reconoció en él un don especial, sin embargo intenta regalarle prendas de vestir, pero él, amablemente, le dice que prefería lápices y papeles. Empieza su fama de buen dibujante, al que la directora le encarga  los frisos patrios en el pizarrón de la escuela. Cuando planea su futuro osadamente se dirige al intendente, le solicita una beca para la escuela de Bellas Artes en Salta, cuando le responden que mejor le vendría estudiar un oficio, no se intimida y se entrevista con el gobernador, el Dr Ricardo Duran al que le solicita la posibilidad de hacer la carrera de artista plástico, lo que le fue concedido por derecho a la belleza. Todos tenemos ese derecho: el derecho  a producirla, gestarla, ampararla.
 Al artista, al hombre destinado a dejar alguna huella en el mundo, los caminos se le acomodan solos, y lo guían más allá de las circunstancias históricas, religiosas o políticas. Tomás  cuenta la anécdota de cómo una obra suya  fue a dar al Instituto Sanmartiniano de Boulogne Sur Mer, Francia. En las épocas más  oscuras del siglo pasado, el gobernador de facto lo llamó al cuartel y Tomás, con gran desconfianza  busca compañía y obedece al llamado.  Cuando se inicia la entrevista la situación lo  sorprende, ya que este señor, del que sólo se esperaba un acto de autoritarismo, le pide encarecidamente si puede ayudar a la profesora Teresa Cadena de Hessling, profesora de historia, con la tapa del libro “ La Historia del Gaucho”. Obviamente Tomás acepta el ofrecimiento sin recompensa,  para la época ya era demasiado llamar a un artista para no reprimirlo y recordando los frisos que le pedía la Directora allá, en su pueblo natal, se contacta con la profesora. Ella para ubicarlo le relata la construcción de la imagen que había logrado, Tomás  se queja de este gaucho  que  Güemes manda  con el general San Martín  al  no estar preparado  muere al pie de la cordillera, esto no  desanima la publicación del libro, por lo tanto produce un cuadro de medianas dimensiones que, además de ser tapa del libro, queda colgado en el Museo del  Cabildo. Él lo visita de vez en cuando, llevando a sus parientes y amigos, pero un día desaparece, pasa un tiempo siguiéndole el rastro hasta que lo pierde y  por una casualidad, el viaje a Francia de Maruja Palacios, lo recupera. Ella no pudo entrar al museo del Louvre, entonces para consolarla la invitan al museo San Martiniano en Boulogne Sour Mer , allí es donde ve el cuadro del  Gaucho de Tomás Valdiviezo y cuando  vuelve le pregunta  por qué nunca les había contado que tenía una obra en Francia.  De esa manera vuelve a contactarse con su obra, y sabiendo ahora que está allí, quizá  algún día pueda ir a verla.
Dijo el ministro Sileoni "Todos en la Argentina tienen derecho a la belleza y a acceder a ofertas culturales y espectáculos de calidad. En esto ratificamos la identidad nacional, nuestra historia y los personajes que son parte de ella” Así podemos decir que el joven Tomás tenía clara conciencia de su lugar en el mundo. Fue un formador de maestros en las escuelas  de Bellas Artes de Salta. Y hoy, cuando ha dado, y seguirá haciéndolo, lo mejor de su  especialidad, crear belleza, recibe de sus pares este homenaje, no cuando ya no esté, sino hoy, que en  todas sus luces es posible brindarle  el merecido reconocimiento por su labor y por su don de artista. La cultura árabe, llamada también la cultura mágica, considera al artista un aristócrata  donde el refinamiento no pasa por la cultura misma sino por el espíritu y creo que estos son los  verdaderos tiempos de Tomás Valdiviezo.
                                                                                                                      
                                                                                                                        Rosa Machado











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