sábado, 5 de diciembre de 2015

La belleza silenciosa: Poemario “Plegaria Profana” de Martha Grondona




                              

  Martha Grondona abre su libro con un acápite de Piedad Bonnett, esa magnífica poeta colombiana, que pasó por una experiencia de pérdida y desde ahí enuncia. La conocí personalmente. Me sentaba a su mesa en los almuerzos no podía acordarme su nombre, no podía entender que se llamara Piedad, la nombraba Pilar y ella me corregía, Piedad, Rosa, Piedad. En ese instante me daba cuenta de que no podía absorber la dimensión de esta mujer, no podía alcanzar a entender la lírica de un alma que ha sufrido un dolor irreconocible, que desordena, perturba y no podríamos decir si es abyecto o es sublime. De todos modos, cuando no hunde, eleva.
Martha Grondona  aborda también el tema. Su recurso es un renacimiento, estoico y desvalido, con la 

dolorosa pesadumbre de conservar la memoria, a diferencia del recién nacido. Esa  memoria analiza paso a

paso y mira su vida como la obra que dará a luz:

…mi sangre
maciza como la piedra
no cedió un ápice
expuesta a la tormenta

                                                                   
 Debe esculpirse de nuevo, adentrarse desnuda, nombrarse, proponer

 la vida nuevamente, sin herencias quebradizas,  repetirse innumerables veces, 

cuidando una expresión lógica, verdadera,  para revalorizar el dolor del cuerpo, ese

campo sexuado y convertirlo en el oído del entendimiento. Porque en la sublimación de

 sus componentes atómicos está el gozo prometido. Dice en su poema:



                    tautología

radiantes de inmensidad de mar/ ante la vida
dispuestos al amor
a ser felices
mirar de frente al sol y sus fulgores

por favor hijitos míos/ no hereden
mis tobillos quebradizos/ la vista corta
la cabeza dura/ mi tendencia a la melancolía
mi carácter podrido y esa certera intuición
para predecir desgracias
                                            familiares 
al amigo de poco fiar

por favor
a quién pedir ese favor?

seré burocrática
a quien corresponda
                                                                  

Segura de que sólo a través de la palabra puede respirar estando bajo tierra, sólo a través de la palabra puede soportar el  extrañamiento de todo aquel  que vuelve a empezar. El renacer  es un estado contradictorio de deseo/rechazo, vida/muerte/vida, espacio/tiempo, cicatriz/belleza. De  lo abyecto a lo sublime (dice Kristeva) hay algo que no podemos ver, algo maravilloso, que sobrecoge, ante el cual nos inclinamos levemente, nos afecta, nos conmueve. "A esa luz iridiscente que  es pública", le llamamos, tal vez, ¿el arte?
el cosmos armonioso
regido por ley natural
silenciosa
sin fiscales/ni jueces
sin apuro
todo en orden
los astros/ las estrellas

su luz iridiscente
es pública

con ojos desolados vemos
tanta inmensidad
esperando deshauciados
un mañana incierto
sismo/ sunami/ o cataclismo

en el templo
por esas cosas
unas viejas/rezando

Ante esta resolución, casi religiosa, acude el erotismo, la sensualidad se desliza por las cosas: 

yo le verso al jazmín/ sibarita
                                                   y glamoroso
trepa las pilastras de las galerías
asoma descarado
la reja de mi cuarto

con sus pétalos fragantes
curiosea
como ángel
                    desalado
las alcobas                          
donde sudan los cuerpos
                                             en la entrega


y abre un abanico de  significantes, abre el caudal de su capital estético, confirma el renacimiento a través de la deriva de su experiencia individual. Somos testigos  de un Dante caminando el infierno sin Virgilio, del funámbulo en el alambre de la realidad cotidiana que permanentemente resignifica todo acontecimiento. También aparece un bestiario que toma conciencia de sus pérdidas y ahora habita el borde, que no es la infancia, es un lugar “puro” pero extraño, una línea de fuga, territorio donde la palabra se cuaja y toma forma. El agua con la que abona este desierto es la imaginación, el capital del que dispone y trabaja para volver a encontrarse con la luz.
Los ideales de la librepensadora cruzan  la calle y así  recupera su opinión, ya que nada son las ideologías. Es la opinión del hombre lo que cambia la historia. 
   
una lagartija atrevida
ágil
cruzó la calle como
                           dueña por su casa

el semáforo estaba
                         a su favor

  La poesía  retorna con exquisita templanza para atesorar  revelaciones. Rescatará huellas intrascendentes como símbolos certeros de la decisión de caminar la otra orilla, la decisión de no enfermar su escritura. Un charco de agua que salpica, las corbatas sin uso, los peregrinos para los que no se abre el cielo o esas “obstinadas, locas marifusas” que no la dejan ver cuando conduce, son los  mundos a los que se aferra con una gran potencia lírica. Siempre ceñida a la diversidad emotiva  de su elegía.
 Cuando eleva los ojos, ve la cruz del sur, y asume la historia colectiva, habla de la América que despierta al porvenir. Citando a Rubén Vela dice “la piedra cantará”. Abraza a los muchachos de Nairobi, a los indocumentados que cosen y cosen prendas, a los diversos, a los distintos, y es una más de ellos, "soy mujer /paridora de hijos y de versos."
 Del amor, del goce salvífico, enuncia una frase cargada de un sentido fatal:
tocamos con la punta
                                  de los dedos
el pavor de ser mortales
desmadejamos tanta caricia
torrente de agua vivífica
salvadora de cruces
                               y castigos

 Entonces  elije el gozo para su plegaria última,  como sostenida por el dogma “burocrático” de la resurrección. Sólo una mujer en la instancia en la que se encuentra Martha puede verificar y confirmar la realidad simbólica de este dogma católico, “no aspira a la eternidad, sino a la resurrección” dice Julia Kristeva y asume en su círculo al amado perdido. En la abundancia y la generosidad de la gracia, el amor redimido se impone sobre todas las cosas.
quizá mañana/ al amanecer
                                      cante un grillo
se disipe la niebla
promesa/ de día soleado
como preludio/ bumbunas
durazneros en flor

sea año de brevas
                    mangos dulcísimos
se desgaje el olivo
cargado de frutos

entonces me reconciliaré
con todas las comarcas/ y aledaños
con tan impiadoso destino

ah/ entonces brotarán aleluyas
de mis manos/ ya ásperas
                                  de trajinar palabras

Estos versos, que parecen salidos de un antiguo canto helénico, dan cuenta del lugar elegido, donde lo sublime y su alquimia desbordada encuentran la delgada línea de un refugio para el desamparo. En este libro, que escribió el día después de la tormenta, “Plegaria Profana” Martha Grondona  nos ofrenda su palabra, lastimada, serena, despojada  y colmada de una belleza silenciosa.




                                                                                                    Rosa Machado



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