Martha Grondona abre su libro con un acápite de Piedad Bonnett, esa magnífica poeta colombiana, que pasó por una experiencia de pérdida y desde ahí enuncia. La conocí personalmente. Me sentaba a su mesa en los almuerzos no podía acordarme su nombre, no podía entender que se llamara Piedad, la nombraba Pilar y ella me corregía, Piedad, Rosa, Piedad. En ese instante me daba cuenta de que no podía absorber la dimensión de esta mujer, no podía alcanzar a entender la lírica de un alma que ha sufrido un dolor irreconocible, que desordena, perturba y no podríamos decir si es abyecto o es sublime. De todos modos, cuando no hunde, eleva.
Martha Grondona aborda también el tema. Su recurso es un renacimiento,
estoico y desvalido, con la
dolorosa pesadumbre de conservar la memoria, a diferencia del recién nacido. Esa memoria analiza paso a
paso y mira su vida como la obra que dará a luz:
dolorosa pesadumbre de conservar la memoria, a diferencia del recién nacido. Esa memoria analiza paso a
paso y mira su vida como la obra que dará a luz:
…mi
sangre
maciza
como la piedra
no
cedió un ápice
expuesta
a la tormenta
Debe
esculpirse de nuevo, adentrarse desnuda, nombrarse, proponer
la vida
nuevamente, sin herencias quebradizas, repetirse innumerables veces,
cuidando una expresión lógica, verdadera, para revalorizar el dolor del cuerpo, ese
campo sexuado y convertirlo en el oído del entendimiento. Porque en la
sublimación de
sus componentes atómicos está
el gozo prometido. Dice en su poema:
tautología
radiantes de inmensidad de mar/ ante la
vida
dispuestos al amor
a ser felices
mirar de frente al sol y sus fulgores
por favor hijitos míos/ no hereden
mis tobillos quebradizos/ la vista corta
la cabeza dura/ mi tendencia a la
melancolía
mi carácter podrido y esa certera
intuición
para predecir desgracias
familiares
al amigo de poco fiar
por favor
a quién pedir ese favor?
seré burocrática
a quien corresponda
Segura de que sólo a
través de la palabra puede respirar estando bajo tierra, sólo a través de la
palabra puede soportar el extrañamiento
de todo aquel que vuelve a empezar. El
renacer es un estado contradictorio de
deseo/rechazo, vida/muerte/vida, espacio/tiempo, cicatriz/belleza. De lo abyecto a lo sublime (dice Kristeva) hay
algo que no podemos ver, algo maravilloso, que sobrecoge, ante el cual nos
inclinamos levemente, nos afecta, nos conmueve. "A esa luz iridiscente que es
pública", le llamamos, tal vez, ¿el arte?
el
cosmos armonioso
regido
por ley natural
silenciosa
sin
fiscales/ni jueces
sin
apuro
todo
en orden
los
astros/ las estrellas
su
luz iridiscente
es
pública
con
ojos desolados vemos
tanta
inmensidad
esperando
deshauciados
un
mañana incierto
sismo/
sunami/ o cataclismo
en
el templo
por
esas cosas
unas
viejas/rezando
Ante esta resolución, casi religiosa, acude el
erotismo, la sensualidad se desliza por las
cosas:
yo
le verso al jazmín/ sibarita
y glamoroso
trepa las pilastras de las galerías
asoma descarado
la reja de mi cuarto
con sus pétalos fragantes
curiosea
como ángel
desalado
las alcobas
donde sudan los cuerpos
en
la entrega
y
abre
un abanico de significantes, abre el
caudal de su capital estético, confirma el renacimiento a través de la deriva
de su experiencia individual.
Somos testigos de un Dante caminando el infierno sin Virgilio, del funámbulo en el alambre de la realidad
cotidiana que permanentemente resignifica todo acontecimiento. También aparece
un bestiario que toma conciencia de sus
pérdidas y ahora habita el borde, que
no es la infancia, es un lugar “puro” pero extraño, una línea de fuga,
territorio donde la palabra se cuaja y toma forma. El agua con la que abona
este desierto es la imaginación, el capital del que dispone y trabaja para volver
a encontrarse con la luz.
Los ideales de la
librepensadora cruzan la calle y así recupera su opinión, ya que
nada son las ideologías. Es la opinión del hombre lo que cambia la historia.
una
lagartija atrevida
ágil
cruzó
la calle como
dueña por su casa
el
semáforo estaba
a su favor
La
poesía retorna con exquisita templanza
para atesorar revelaciones. Rescatará
huellas intrascendentes como símbolos certeros de la decisión de caminar la
otra orilla, la decisión de no enfermar su escritura. Un charco de agua que
salpica, las corbatas sin uso, los peregrinos para los que no se abre el cielo
o esas “obstinadas, locas marifusas” que
no la dejan ver cuando conduce, son los mundos a los que se aferra con una gran
potencia lírica. Siempre ceñida a la diversidad emotiva de su elegía.
Cuando eleva los ojos, ve la cruz del sur, y asume la historia colectiva, habla de la América que despierta al porvenir. Citando a Rubén Vela dice “la piedra cantará”. Abraza a los muchachos de Nairobi, a los indocumentados que cosen y cosen prendas, a los diversos, a los distintos, y es una más de ellos, "soy mujer /paridora de hijos y de versos."
Cuando eleva los ojos, ve la cruz del sur, y asume la historia colectiva, habla de la América que despierta al porvenir. Citando a Rubén Vela dice “la piedra cantará”. Abraza a los muchachos de Nairobi, a los indocumentados que cosen y cosen prendas, a los diversos, a los distintos, y es una más de ellos, "soy mujer /paridora de hijos y de versos."
Del amor, del goce salvífico, enuncia una
frase cargada de un sentido fatal:
tocamos con la punta
de los dedos
el pavor de ser mortales
desmadejamos tanta caricia
torrente de agua vivífica
salvadora de cruces
y castigos
Entonces elije el gozo para su plegaria última, como sostenida por el dogma “burocrático” de
la resurrección. Sólo una mujer en la instancia en la que se encuentra Martha
puede verificar y confirmar la realidad simbólica de este dogma católico, “no
aspira a la eternidad, sino a la resurrección” dice Julia Kristeva y asume en
su círculo al amado perdido. En la abundancia y la generosidad de la gracia, el
amor redimido se impone sobre todas las cosas.
quizá mañana/ al amanecer
cante un
grillo
se disipe la niebla
promesa/ de día soleado
como preludio/ bumbunas
durazneros en flor
sea año de brevas
mangos dulcísimos
se desgaje el olivo
cargado de frutos
entonces me reconciliaré
con todas las comarcas/ y aledaños
con tan impiadoso destino
ah/ entonces brotarán aleluyas
de mis manos/ ya ásperas
de trajinar
palabras
Estos versos, que
parecen salidos de un antiguo canto helénico, dan cuenta del lugar elegido, donde lo sublime y su alquimia
desbordada encuentran la delgada línea de un refugio para el desamparo. En
este libro, que escribió el día después de la tormenta, “Plegaria Profana”
Martha Grondona nos ofrenda su palabra, lastimada,
serena, despojada y colmada de una
belleza silenciosa.
Rosa Machado
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