La fuerza del silencio
Pilcomayo frenético andariego.
No hay
fronteras para tu cauce,
ni riveras,
ni monte que te acoja.
Poseído por
la garganta del yacaré
masticas la
leche denisa, imprevisible
en la que te
meneas. Agua enloquecida
que abre la compuerta
del silencio
impenetrable.
Pájaro
atroz, quieren domar
tu furia
pero ya estás perdido,
huyes
desesperado. Llegas hasta mi casa
y me tengo
que ir.
Sin embargo
no olvido ni
un segundo
el tiempo en
que navegas manso y fiel.
Fortuna tibia para el cuerpo
y suave para el alma.
Traes la paz
del sol y el pan de barro.
Obstinado en
desbaratar tu lecho forastero
sopesas las
posibilidades
confías la
voluntad a las piedras
y permaneces
oculto debajo de la piel furiosa.
Pero el
trashumante siempre hablará
de la visión que habita.
En ella funda su
nación particular.
Si se nombra
el silencio
contra
viento y marea
en una
lengua que sostiene
desconocidos
universos humanos,
sorprende, dudo que desafine,
hablar en
ese tono pertenece
al oído fino, distinto
susurros de gruñidos.
Ese puede llevar
el mundo
entre sus manos.
El cauce del pensar penetra
como agua la madera, ve al exterior,
ve a sus guardianes.
Es la insistencia lo que derriba muros.
El homo
sapiens sigue siendo
cazador
recolector de joyas y ambrosias.
Será una
forma de vida para unos
para otros un deporte.
Pero pienso
en los jardines de aquellos
que reservan
y atesoran la virginidad
de los
montes umbríos.
Para ellos,
las abejas edifican palacios de cera
la sacha fruta, dulce de sol, brilla desde lejos,
pequeños
animales cruzan las sendas
y se entregan venturosos.
El homo
sapiens cazador recolector
cultiva
sin alterar el diseño original
y camina
descalzo en la tierra dorada.
Habla en
susurro con el edén del monte
y entre ellos gorgean como pájaros.
y entre ellos gorgean como pájaros.
El homo
sapiens posee explícito derecho
a vivir
en su Spiritu Mundi
con
principios secretos
e
incomprensibles razones
le fue
reconocida por ley su trashumancia.
Pero su
vecino, el homo sapiens depredador urbano,
cartesiano
arrogante,
colonizador colonizado, siempre con hambre
aunque posee
el poder y el dinero,
cuando sale a
cazar más de lo que tiene
monta un
rifle y una topadora
y por un camión de madera para sillas
destroza la joya inmóvil de la gente
la envenena,
la roba impunemente.
Avasalla el Silencio,
como una bestia
que se
arrastra hacia Belén.
¿Quién
pudiera robar el “Cofre del joyero”
ese cúmulo estelar de la “Cruz del Sur”?
Porque en el
cielo, este río de pájaros furiosos
es la Vía
Nandú
aunque otros
le llamen
la Vía Láctea.
Vamos de
cacería.
El monte se
escapa
como arena
entre los dedos
pero tenemos
la presa en nuestras manos.
La excesiva
debilidad desaparece.
Si un hijo
del Pilcomayo
pierde la
forma humana
apoyado en
un tronco, cruza las piernas,
clava los ojos en el infinito
y detiene el mundo
mientras fuma.
A la gente de Misión La Paz, Santa Victoria Este, Tartagal, Salta, que fueron evacuados por las inundaciones y ahora estan alojados en el lado paraguayo del río. Temen nunca más regresar. Rosa Machado
A la gente de Misión La Paz, Santa Victoria Este, Tartagal, Salta, que fueron evacuados por las inundaciones y ahora estan alojados en el lado paraguayo del río. Temen nunca más regresar. Rosa Machado
Tu blog, qué lindura.
ResponderEliminarEstoy en Tucumán, ahora.
Estoy leyendo los poemas que me regalaste el jueves en el museo...
Gracias! Qué pena que no podamos congeniar y charlar. Lo lamento mucho.
Eliminar