Muestra de Augusto y León Ferrari en el MAC, Salta
Es notable como las familias de artistas llevan su expresión trabajando la esencia, el meollo de su necesidad de enunciar, la idea que los mueve. La van transformando sin salirse de la línea que traen en la memoria de la sangre.
Es notable como las familias de artistas llevan su expresión trabajando la esencia, el meollo de su necesidad de enunciar, la idea que los mueve. La van transformando sin salirse de la línea que traen en la memoria de la sangre.
Hay
familias de artistas como los Parra en Chile, Violeta Parra, el antipoeta
Nicanor, Isabel la cantante y podemos nombrar a tantos otros si nos adentramos
en su historia, varias generaciones continúan participando activamente en la
cultura, a través de la música y la poesía. En Salta podemos nombrar a los
Dávalos escritores y pintores, los
Saluzzi, músicos y luthiers, los Castilla, poetas exquisitos. En Buenos Aires
los hermanos Cedrón, que conocimos con el Cuarteto Cedrón, no sólo son músicos,
también pintores y cineastas. Así las “filiaciones” en una intención
inconsciente de continuidad, fieles a su compromiso artístico y a lo que de
ellos la época demande dejan oír su voz, la que viene gestándose en lo más
íntimo del seno familiar, respetuosos al mandato, y como sello característico,
fieles a su propia libertad individual de expresión.
En estos
días el MAC inaugura la muestra del
Proyecto Federal Itinerante denominada “Filiación” que podremos ver hasta fines de setiembre de este
año, una muestra totalmente curada, restaurada y acondicionada aquí en Salta,
una parte de ella está en el Museo Casa
de Arias Rengel (Florida 20) y otra en el Museo de Arte Contemporáneo (Zuviría
90)
La “Filiación” de la familia Ferrari, el padre Augusto y su hijo León, construyó arte desde una manifiesta coherencia. Se atrevieron, sin retaceos a una obra verazmente conectada con el espacio y la época que cada uno transitaba. Pero en esta filiación participan las mujeres de la familia, que siempre estuvieron colaborando calladamente con los artistas, Susana Ferrari, hermana de León, fue curadora de esta muestra.
La “Filiación” de la familia Ferrari, el padre Augusto y su hijo León, construyó arte desde una manifiesta coherencia. Se atrevieron, sin retaceos a una obra verazmente conectada con el espacio y la época que cada uno transitaba. Pero en esta filiación participan las mujeres de la familia, que siempre estuvieron colaborando calladamente con los artistas, Susana Ferrari, hermana de León, fue curadora de esta muestra.
Augusto César Ferrari, oriundo de Italia, hijo
de los hijos de Leonardo y Miguel Ángel, vivió casi un siglo completo, 98 años,
y su formación renacentista, como el mismo decía, legó tesoros a la
arquitectura eclesiástica argentina. Uno de ellos el Templo del Sagrado Corazón
de los Capuchinos en la provincia de Córdoba entre los años 1927 a 1933,
plasmando lo que la Iglesia
decretó en el Concilio de Trento del año 1550 que hizo del arte una de las
maneras ideales de adoración y alabanza al Dios de los cielos. Dando origen al
barroco, estilo que fue refugio de las construcciones monacales. En este templo
el gran artista parte decididamente del siglo XX, pero con un diseño ecléctico
que desde el neogótico, románico y
barroco le permite crear una joya,
declarada una de las maravillas de la ciudad de Córdoba. La obra dirigida por
Augusto César Ferrari, acompañado por un equipo de pintores escultores,
talladores, ebanistas, contaba con la plasticidad del cemento donde antes se
usaba la piedra, cargó de formas y símbolos que se leen representando la
liturgia católica. Para la realización se valió de fotografías, que hoy se
exponen en el MAC como gigantografías, en las que presentaba los modelos que
luego serían san Juan el Evangelista o el arcángel Miguel, en diversos
sostenes.
En la ojiva central
de la entrada de la iglesia hace clara referencia a san Francisco rodeando a la Virgen María y en una
inscripción en latín “Por Cristo
preservado, por Francisco defendido” referencia que nos es familiarmente
afín en este momento, ya que nuestro papa argentino eligió el nombre del pobre de Asís. Una profusión de columnas
y arcos promueve la contemplación de la
bóveda del templo que replica la bóveda celeste
con un cielo estrellado en azules y dorados, delicia de los astrónomos,
ya que este artista y magnífico
arquitecto Augusto César Ferrari creó un
verdadero atlas celeste, con puntas según su magnitud astronómica, dibujando
las constelaciones reales que se observan los días quince de cada mes en los
cielos de Córdoba, atravesadas por la Vía
Láctea.
La intensidad artística en la edificación del templo de los
Capuchinos también se expresó en
diversas construcciones religiosas en la
ciudad de Buenos Aires, como la decoración de la Capilla del Colegio del
Divino Rostro, en Parque Centenario, pintó la bóveda y el refectorio de la Iglesia de Nueva Pompeya,
de la que construyó y decoró el claustro diez años después. En la misma época,
dirigió la reforma y decoración, con más de 120 pinturas, de la Iglesia de San Miguel
Arcángel. En la muestra, que en su propósito, presenta en cada sala la
reunión de la obra de padre e hijo, podemos apreciar planos de diseño arquitectónico,
algunos concretados, otros no, que discrepan notablemente con las obras de su
hijo, cuyo arte era nada más y nada menos que la arquitectura de su propia
existencia.
Augusto fue parte del cambio de punto de vista de la época
con los “panoramas”. Produjo varios y algunos podemos observarlos en la
muestra. Gracias a uno de ellos la muestra viene a la provincia, es el Panorama
de la Batalla
de Salta, que estuvo expuesto un año en Buenos Aires.
Su hijo
León Ferrari, hace de su obra una
transposición de imágenes, cambia de lugar los íconos sagrados que su
padre aportó a la tradición católica,
resultantes de gran valor para el arte religioso argentino. León busca su
propio camino, el que le dicta su época, los siglos xx son tiempos de profundas
rupturas, de divisiones, de violentos péndulos para la conciencia. El arte que produce
León es un arte conceptual. Se atreve, armoniosa y delicadamente en el
trato de los materiales que le fueron heredados, a trasbordar la idea de su
padre, la mirada “panorámica”, nueva, para fines del Siglo XIX, de un cielo
cartografiado astronómicamente; León
mueve ese mundo hacia el concepto que le merece “la cultura occidental y
cristiana” opina y discute temas que una sociedad rígida y poco progresista no
querría oír y encara una expresión
revulsiva.
León saca
de contexto algunas imágenes y las combina. El artista dispone una figura
renacentista y un objeto actual, que vemos en nuestros cotidianos. La libertad
del pensamiento asociativo es recreada.
Sabemos que
una opinión no es más que eso, pero el arte tiene la capacidad de convertir la
opinión en belleza, gracia, sentido, luz para el alma. Eso será León Ferrari.
Una obra que nos sumerge en la poética onírica del extravío, el dolor de un
hijo desaparecido en la dictadura, el conflicto entre las contradicciones de la
iglesia. Entre Freud, los “panorámicos” collages temáticos, el grito contra la
maldad y la oscuridad de algunas épocas de la historia, crean una producción
lúdica e interesante. La austera imagen de la escultura mínimal llamada “Mujer
preocupada” podría ir en cualquiera de las nuevas iglesias que los actuales
arquitectos construyen como lo hacía su padre y de las que fue testigo.
Dos estilos
que se confrontan. El alto refinamiento del arte religioso del arquitecto y
artista Augusto César Ferrari y la ruptura conceptual de su hijo, León Ferrari
que llegó a tener una verdadera trascendencia internacional como artista
argentino.
"Mujer preocupada" León FerrariFotografías/bocetos de las obras de Augusto César Ferrari
Interior del Templo del Sagrado Corazón de los Capuchinos en Córdoba, obras del arquitecto Augusto César Ferrari.
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