El
vaivén del discurso amoroso.
La materia animada emite sus canciones y sus
eventos líricos, porque el género humano comparte
con animales y algunas plantas un método de reproducción a través de un roce
profundo y no la simple auto división. Ahí es donde nace el erotismo, en esa
danza misteriosa que como humanos traducimos a la palabra. La relación entre
erotismo y poesía, dice Octavio Paz, es tal, que el primero es una poesía corporal y la
segunda una erótica verbal.
En este libro Claudia Villafañe nos sumerge en el
tema de la experiencia amorosa que de por sí provoca una espiral de ideales. La
vida es historia de amor, cuando de amor hablamos el lenguaje toma una forma
común, unívoca, que cultiva con intensidad la referencia al Otro. Ese amor es ante todo comunión y milagro.
…
“de la memoria de los besos
del
abrazo profundo
y
el vaivén del sexo”
Esta poética transcurre en un caudal parejo,
cultivando el espacio subjetivo donde
ancló la barca de la introspección. Explora la manera de vivir el amor, el
deseo, la pasión de la primera persona
singular, allí se sostiene el foco discursivo. Un orden fluido
nos atrapa y sorprende cuando la
palabra gira y se convierte en belleza y algo especialmente interesante es la
velocidad, a dos líneas de lo
inesperado, el poema resuelve redondamente su caudal expresivo. La velocidad y la intensidad es
una condición de la libido, rescata el instante eterno, pierde la razón, el
amor es veloz. Y embriagador en su vaivén
pasa por etapas donde surgen palabras afines a la adoración. ¡Al fin el
fuego prometeico que calienta, ilumina y descubre al hombre!
Diríamos que lo que podemos rescatar de la vida diaria es la adoración por el
otro ¿qué más puede hacernos felices? Es para eso que escribimos, trabajamos, servimos.
Amar es la finalidad. Ya se ame en la carne,
en el cuidado, en la compasión, en la maternidad, en la fraternidad, en
la alegría o la tristeza, el amor entraña un derrotero donde el destino es el
otro, sin el cual nada tendría sentido.
“Demudada, en un santo pavor,
me resigno a tu
deseo
y bebo en el cáliz
de mi mano”
“Amanece.
Y me hieren los
nombres
de las cosas que
amamos
huérfanas de
sentido, vacías de nostalgia,
atroces como
látigos sobre los labios
que ocultan, a
sabiendas,
lo que puede
salvarnos.”
Convierte un
espacio literario, dejado para la experiencia,
en un obsequioso ritual que
conduce al "Paraíso" del erotismo. Con el recurso del tiempo litúrgico nombra los elementos que rodean el acto sagrado del
amor: el lugar de un “áureo gineceo” es
el "Sagrario", las “Vísperas”
es “un Adán orante desnudo de pecado”, el Paraíso
es “el animal precioso del deseo” el "Ángelus" trae al amado que
“emerge de mi vientre”, el "Ágape" es “un salmo de esponsales”, en el poema
Alondra dice “No iba a dejar que enfriara
el nido” hablando del pájaro que vio en la ventana y que trae
la incertidumbre del discurso
amoroso. La poeta se hace cargo de esa incertidumbre
: el miedo al bien perdido y el éxtasis del encuentro; el vaivén del hallazgo y
la pérdida. Compara la imagen de la “Fragua”, donde se
desata la pasión, con la insoportable
levedad de la vida cotidiana.
“El amor se ha marchado
dejando en el abismo la mujer que yo era
y el hombre que has perdido·”
“¿Por qué no estamos juntos?
Ha mutado el cielo desde que nos vimos.”
"Era
en la fragua de la carne amada,
donde yacíamos como hombre y mujer,
atemporales"
donde yacíamos como hombre y mujer,
atemporales"
Sin embargo, ya no podemos amar nada que tenga el
signo del sometimiento, dice George Bataille, y en esta escritura se percibe un
estado de “revuelta”, un desorden, (como diría Rosario Castellanos “me
desordeno amor me desordeno”). La resistencia ante el estado de desnudez y abandono donde anida el amor, se convierte
en una revuelta callada pero inmensamente saludable que consiste en la
desconfianza por el sentimiento, siempre alerta
antes de ver surgir el rechazo en el vaivén.
“luego habrá tiempo de entender
que tanto Eva como Adán
giran en la distancia del olvido”
Claudia aclara que esta es una “Poética Susurrada”. El universo despierta con un susurro, un
ruido sordo y suave que se produce
cuando una persona habla en voz baja o el ruido de las cosas cuando se rozan
entre sí, y es en el susurro que une su
voz a la voz de las mujeres, que muchas invisibilizadas, no pueden gritar su palabra, (este en un drama que palpita
detrás de muchas injusticias humanas ligadas a la mujer que se relaciona con temas muy dolorosos
como la trata de personas) sin embargo como mujeres hablamos
una lengua común que se emite a través
de frecuencias que sentiremos con el
radar del cuerpo. Habla como delfines, segura de que el sonar, el sonar de la poesía llegará
a todos y es ahí la esperanza. Al nombrar el susurro el tono intimista amplia
la conciencia del mundo.
En la 2ª parte del libro, Claudia recorrerá otras temáticas, y con un discurso llano, observa e incursiona
refugiándose en las certezas y en las
dudas.
“Dejo que me lleve la marea convertida en pez
criatura discreta y elocuente”
¿Cómo dejar la
huella
si no he pisado el mundo?
“aferrada a mi nombre
como un secreto oculto”
“Tratar de ser espejo es como inventarme otra
vida.”
La poeta va hacia la poesía como al oráculo, la
interroga en busca de respuestas y construye
senderos hasta reconocerse. Se sitúa, se orienta y se manifiesta.Habla del amor, la libertad, la muerte, la injusticia, el lugar que ocupa en el mundo, y
así, a través de la palabra circula el
testimonio de su línea entre las líneas
de la poesía de Salta.
Freud
enfrentó los escollos de un conformismo social
que aún “no quiere” saber que los
cuerpos humanos son seres de deseo. Pero la mujer gozadora, aquella que se
atreve a embriagarse con la carne de un
damasco y decirlo con gracia insolente nos devuelve libertad y se transforma en un
regalo que ofrece la escritura femenina
a la lengua materna. ¡Por eso te decimos gracias Claudia por tu poesía!
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