martes, 29 de diciembre de 2015

Homenaje a la Copla



 “Homenaje a la Copla” organizado por Emilia Baigorria en el Museo de la Ciudad, Casa de Hernández, Diciembre 2015, Salta
                                                           
La copla vino de lejos, se apropió de las tonadas de cada pueblo, y en castellano relató vida, obra y ternuras de la gente, del campo y de la ciudad también. Tal vez alguna vez fuimos colonizados y tuvimos que volver a nombrarnos, volver a reconocernos,  pero este “nombrador” supo cosechar belleza, fue galante, sentencioso, amó a través de la copla; la cantó en los carnavales, la rezó en los temores y temblores, expresó sus más hondos sentimientos; reflexionó, reclamó, fundó principios, educó, se enamoró, insultó y halagó a través de la copla. El canto siempre estuvo en manos del pueblo, y fue un espacio de libertad, donde se decía aquello que no se podía decir. En manos del que toma  la lengua por su cuenta y dice lo que le da la gana, lo recepta aquel que por fin siente que alguien dijo lo que esperaba oír. Ese espacio ilimitado de la poesía hace al hombre ilimitado, el único libre, con el poder de despertarnos a lo sensible, de caer en cuenta, y si no estamos lo suficientemente despiertos quizá, hasta  nos engañe. La iniciativa del poeta nos brinda la posibilidad de pensar el mundo sensible y muchas veces es el humor el mejor de los medios.

Que sería de nosotros y de nuestra historia si no  tuviéramos la costumbre de  analizar la vida a través del canto y la poesía. El lenguaje  como un río fresco fluye en la belleza viviente del pueblo  cantando según el aire de sus propias montañas, como se lo dictan los pájaros, tal como canta la lluvia en sus esteros, como silba el viento en sus quebradas. La diversidad de las coplas, de uno y otro lado,  muestra “quien pinta las uvas” :   la encandiladora, que con su canto vuelve a nombrarlo todo.

Si la vida es para vivirse, la historia es para ser contada, pero tal vez aparezca un amoroso narrador que la cuente cantando. “Cuando salí de mi casa, vidita, vengo del ronco tambor  y sobre la espuma he de volver. Esta caja tiene boca, esta caja sabe hablar, El amor es un bicho, que cuando pica,”. Coplas que florecen de boca en boca, relatan la historia del mundo al compás de la caja, instrumento andino, del tiempo `e ñaupa (voz quechua que expresa lo viejo, añejo). Los antiguos ya  usaban la caja  para acompañar sus cantos, y esas tonadas, tan disímiles en uno y otro lugar, son los resabios vivos vibrando al compás de las coplas que  aún corren por los ríos de sangre, como diría José María Arguedas, aquel cuentista y antropólogo peruano, que creció entre quechuaymaras y en su relato mostró  la delicadeza del sentimiento indígena, su punto de vista azorado ante la crueldad del conquistador, del amo. Su palabra reveló la lucha por la belleza, la justicia, la verdad y a la vez revolucionó la manera de ver el mundo andino. Lo leí a los 18 años, lo sigo leyendo y sigue estremeciéndome el alma.

El arte de la copla revela el alma libre de los cantores, porque como dice el pensador George Bataille “Ya no podemos amar nada, estimar nada que tenga la marca de la sumisión”.  Rosa Machado


 
"Canto Diverso" presentes en el Encuentro de Música y Poesía  
Gringo Aguirre, José cantero Berni y Ernesto Gonzalez

                                                                                     Rosita Herrera  y otra bagualeras de Iruya 
 
  Cantora por remedio  

                  I
Con la caja de luces 
los ojos de guitarra                                         
acaricia porfías y añoranzas
 mirando el sueño
siempre contando estrellas.

La cintura rumbosa del negligé bordado
con la risa jugosa dibuja su elegancia              
cuenta que si no canta su corazón enferma.
 El latir se desordena, el médico la examina
y le dice que cante, no hay remedio, que cante.
La trovadora entona ruiseñores, entona alondras,
canta por las monedas como si fueran de oro
y cuenta dulcemente  palabras que crecen en su pueblo.

 
                            II
Nombra la  cabra, la oveja  que desea la altura
las nubes, las vicuñas, y los enamorados
de su obstinada y larga adolescencia.
A todos rema con encanto al corral
en tono melodioso como llamando a su ganado
desgrana  su caja en los maíces jugosos de la copla

Alrededor  de su casa en el cerro
 los cantores acuden con su goce festivo
a compartir la memoria necesaria
para escandir poesía en los cencerros

en el sentir del viento o el dolor de la lluvia.
Hosannas para que cruja el almácigo verde.
Aleluyas a la pastora que canta
por receta del médico
por remedio ella canta.
                          Rosa Machado




 El cantor
                                                 para Ale López 

 Con su garganta de colibrí acalorado
el cantor vibra el infinito 
en el aire, sobrevolando 
recuerdos de su joven historia,
la pampa desplegada gorjea
en su garganta. 
Lugares donde la vida pasa durante todo el día
adherida a la fauna silvestre 
que desde adentro
lo llama en secreto por su nombre.

Los domingos al cantor le crecen alas.
Llegan a golpear a su puerta
teñida de rubia la baguala 
la zamba peinada a la gomina
los escondidos se le agolpan al pecho
 retumban en el bombo
del corazón humano.
 
Altivo va el cantor 
princeso en el cemento
hermano de zorzales
abraza la guitarra prestada
y canta 
como un bosque
como un trueno
 para que el canto 
se duerma a la intemperie
y abriguen con su manto las estrellas.
                    Rosa Machado




Jesús Ramón Vera. El poeta que se creó a sí mismo.






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 Lo conocí en la universidad. Su entusiasmo infinito por la palabra, hizo que le mostrara mis poemas que él apreció y apoyó, leyéndolos a mucha gente. También tuvo este gesto con otras poetas nóveles  que  nos aproximábamos a él, puedo nombrar a Alicia Poderti, aunque ella era un ave de paso. Raquel Adet hija del querido poeta, era  nuestra  compañera y quién llevó mis poemas a su padre que estaba elaborando la antología “Cuatro Siglos de Literatura Salteña”  Walter Adet tuvo el buen gesto de incluir a la nueva generación. Jesús Ramón Vera, Marcelo Sutti, Raqel Escudero, Liliana Bellone, Sergio Antonio Teseyra, Graciela Gonta, Hector Aníbal Aguirre, Gustavo Rubens Agüero. Toda esta gente que  nombro, permanece aún en el movimiento de la imaginación  literaria, que construye con la lengua  que habita el corazón humano, recordando a Julia Kristeva. Walter Adet usó como epígrafe para el capítulo Destino y Poesía un verso de Manuel Castilla: “Oigo los pasos de los que están viniendo/ desde la aún callada certitud de la vida”  aunque dejó bien en claro que a todos se le aplica la ley de gravedad sin  atenuantes. En las universidades se hacía difícil la estadía en aquel entonces, la imposición castrense se convertía en una forma disciplinada y groseramente despectiva, discriminatoria  hasta lo peligroso. Aunque la juventud que "a nada teme" permitía el riesgo, sin tener en cuenta que el huevo de la serpiente anidaba hasta en los más inesperados individuos.
 Pero el estado de revuelta fue refrescante. El poeta Antonio Teseyra recitaba, a gritos, las Flores del Mal de Baudelaire; un joven y amable Juan Ahuerma  nos hablaba del anarquismo, de Bakunin, de Richard Wilhelm y de Wilhelm Reich; Ramón Jesús Vera atesoraba la poesía de Salta y a sus autores, veneraba la poesía viva, con la que  tenemos la posibilidad de  hacer contacto. Y fue él, Ramón Jesús Vera, el que recibió la antorcha entre sus manos, no la heredó, la alcanzó y se produjo un movimiento que convocó “en la callada certitud de la vida” la llegada del arte de la periferia al centro, él reunió a las comparsas en el teatro Alberdi. Cuando presentó su libro “Comparsa” 800 personas  asistieron desde todos los lugares de Salta. Se congregaron  en un lugar al que, tal vez, nunca antes habían entrado. La comparsa desde entonces fue parte de la cultura oficial.
Ramón Jesús, fue admirable en su manera de preservar las utopías, embarcado en una profunda lucha conseguía devolver la esperanza individual a la gente común.
 Recuerdo haber estado presente cuando viajó a un Congreso de literatura en México, todo el mundo se movilizó, y de la nada lograba lo que quería. También,  en reiteradas ocasiones lo encontré en tránsito hacia Buenos Aires  tramitando la escuela de Bellas Artes para Rosario de la Frontera. Hay grandes soñadores y no son los únicos,  es una actitud contagiosa  y él despertó a muchos  seguidores  en el acto noble de elevar  lo que solicita la vida  para mejorar la condición humana.
El día que murió Ramón Jesús Vera, en la madrugada, sentí un olor a panes dorándose, a flores, a dulzura de abejas,  quedé arrobada, al rato, las 7:00de la mañana recibí el llamado de Benjamin Toro con la triste noticia. Entonces tuve la certeza de que era su alma la que sentí pasar tan perfumada. Rosa Machado



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 Editorial Tumparenda de Jesús Ramón Vera
Día del Editor Independiente- 25 de Marzo 2017
 Homenaje a Alberto Burnichón

  En Salta siempre estuvo presente la figura casi mítica de Alberto Burnichón, editor  que en algunas fotos vimos reunido con los poetas de Salta y sabíamos de su generosidad.   En la década de los 80, tuvimos en  el  poeta Jesús Ramón Vera, una actitud parecida que se movilizó hasta hacer real la Editorial independiente Tumparenda, en su propio  domicilio, donde editó más de 33 títulos de poetas de  Salta.
Todo nace  alrededor de un movimiento cultural que se gestó, lo que hoy llamaríamos un colectivo de reconocimiento identitario, idealista,  altruista, autogestivo  con mucho  trabajo serio y generoso. Estaba formado por plásticos, músicos, poetas,  Santiago Javier Rodríguez,  Julio Lamas, el maestro Leandro Mendoza,  otros integrantes del grupo Niebla, las hermanas Tejerina, Marcelo Gallo Mamani, Guillermo Pucci, Liliana Courtade  entre otros. En un principio, el  espacio en que accionaban era la Biblioteca Juan Carlos Dávalos de Plaza Gurruchaga  de Salta dirigida el profesor Miguel  Ángel Cáceres, allí se promovían espacios donde la palabra circulaba. Al tiempo se pensó  en la fuerza de la edición, en la gente del movimiento de la imaginación literaria  y el sueño de reconstruir el mundo.  Ahí es donde el poeta  Jesús Ramón Vera, cuyo lema era “La poesía es la soga que siempre arde y nunca se corta” palabras de André Bretón, fue incansable mentor.       
En aquel tiempo, últimos años de la dictadura,  empiezan a  imprimir los libros de poetas amigos y también los propios,  para difundir y restablecer la memoria, echar a andar la  palabra  de los jóvenes artistas. Esto llevó a Ramón y a sus amigos a  adquirir una antigua máquina Minerva de un imprentero que la cambiaba por otra más moderna. La Minerva es una máquina tipográfica, con letras de molde de plomo, empleada desde finales del siglo XIX.  Funcionaba mediante un desplazamiento  del papel  que se une a la platina aplicándole la presión necesaria para grabar el motivo a imprimir.
Editorial Tumparenda, que en lengua guaraní  significa “hombre de la tierra” empieza a tirar sus primeras ediciones, al principio como parte de la Biblioteca Juan Carlos Dávalos y luego más definida, continúa como Editorial Tumparenda.  Allí trabajaba Julio Lamas, músico del grupo Niebla; ilustraba Santiago Javier Rodríguez, reconocido plástico salteño, quien fuera director de la Escuela de Bellas Artes, y circulaban algunos ayudantes que además tomaban clases  con el maestro Vázquez que venía de la escuela de Oficios del Colegio Salesiano.  Julio Lamas, Santiago Rodiguez y Ramón Vera terminaron de pagar la minerva con trabajos de folletería comercial, y salió el primer título, el libro “Algos II” de Antonio Vilariño, en el año 1983, recién llegada la democracia. A pesar que aún no se disponía  de las ventajas de las nuevas tecnologías de impresión,  los autores encontraron beneficios concretos en este emprendimiento.
Pasado algún tiempo, cambiaron la máquina por una más moderna, una Ricoh offset, también la pagaron entre los  tres. Esta ya era una máquina con mayores posibilidades,  funcionaba  como un fotomontaje que entintado imprimía  sobre un rodillo de caucho que, a su vez, imprimía sobre el papel. La calidad era mayor, logrando  fotografías y colores, ya no había que usar el antiguo taco de xilografía. Facilitó y  favoreció a los plásticos, amplió su participación y  también el trabajo comercial a través de volantes, catálogos de exposiciones, de conciertos,  plaquetas de poesía.  Crece la producción de libros de escritores y poetas como  Gustavo Rubens Agüero, Teresa Leonardi, Nelson Muloni, Alicia Podert y también algún libro  de Ramón, como “Subsuelo” donde la cantidad de poemas  casi era la misma que el trabajo de los artistas visuales.  Sin embargo a veces se presentaban desafíos, cuenta Julio Lamas, al imprimir  el libro “Incesante Memoria” de Teresa Leonardi   era muy difícil conseguir  plasmar el diseño de tapa de Santiago Rodríguez, que era un color negro  parejo en la gruesa cartulina, con la rudimentaria  imprenta offset ricoh, pero al fin, fue otro logro. También fue Tumparenda  el editor de  las Cartillas de Digitopuntura  de Aurora Cabeza de Kantor, que luego fueron editadas como libro por la editorial Kier.
 Si alguien se sentía imposibilitado de publicar el primer libro, si era valorado, Ramón  insistía en que se armara,se lo presentara al concurso  y si no salía premiado prometía que se haría en Tumparenda. Su entusiasmo e inquietud sin pérdida de tiempo, imprimía unos talonarios con el sistema de “venta por adelantado”  los repartía entre todos los que podía y al juntar  el dinero, imprimía, y quien reclamara su libro lo tendría. Se concretaba una acción solidaria con la poesía. Ramón quería  publicar. La tirada debían ser mil ejemplares, se llegaba a muchos menos, pero salieron 33 títulos.  Y vinieron los últimos años  de la editorial.
 Al llegar la época del neoliberalismo de Menen, se desintegran las pequeñas empresas, historia que se repite. Para entonces Ramón emprende otra etapa en su vida, no menos interesante, ya que empezó a viajar por Latinoamérica, llevando la voz de los poetas salteños a encuentros internacionales, en Bolivia, Perú,  Ecuador, Cuba, Méjico  donde conoce al poeta Octavio Paz y le deja libros de poetas salteños. Regresaba de sus viajes con las utopías renovadas y nuevas propuestas.
Aproximarse a lo que fue la experiencia Editorial Tumparenda es compensar esta deuda de gratitud que tenemos  con la labor del poeta Jesús Ramón Vera, artista valorado por muchos hechos  además del inmenso valor estético de su escritura. 
Valorado porque logró congregar a las cuatro comparsas que había en Salta, que eran enemigas, llevándolas de la periferia al centro, y con el pretexto de la presentación de su libro “Comparsas”, reunió más de ochocientas personas en aquel teatro Alberdi, así legitimó gestos culturales de otros ámbitos haciéndolos visibles fuera del perímetro del corso.
También valorado, porque  tras una tragedia de suicidios de jóvenes en el pueblo de Rosario de la Frontera, luchó por una escuela de arte como  respuesta a las ansiedades humanas, como un recurso de resistencia. Allí  terminó sus días con un inmenso reconocimiento que  se manifestó  en los aplausos que al paso de sus restos  le ofrendaba la gente en las calles de Rosario de la Frontera. Quien  lo conoció personalmente, jamás podrá olvidar la increíble potencia de la utopía en el poeta Jesús  Ramón Vera
Al mirar Editorial Tumparenda,  recordando a nuestro querido poeta, el hombre que se creó a sí mismo, admirados por el  intento de ennoblecer la cultura de cada individuo,   compromiso que hizo cierto como editor independiente y lo recordamos en este día de las Editoriales Independientes, el día en que Alberto Burnichon  fue asesinado por los que desprecian y subestiman al hombre común. No están los todos los títulos publicados, pero es imposible soslayar la imagen del editor que quiere rescatar el lenguaje poético, materializar el trabajo con la palabra, un editor independiente, que se juega  más allá de las leyes del mercado, vive como un poeta y entiende la lengua de los pájaros.
Rosa Machado