viernes, 30 de diciembre de 2016

Jenechure “ El fuego que nunca se apaga” Andrés Américo Gauna



 La acción social del artista


 Ayer se presentó la muestra Jenechure “ El fuego que nunca se apaga”  obra reunida del artista de artes visuales Andrés Américo Gauna, plástico salteño de una incesante producción y de un profundo compromiso con la cosmogonía americana.Su lenguaje poético dialoga con imágenes que son las inquietudes y preocupaciones fundamentales de nuestra América actual.
 Porque la expresión de un artista es inseparable del hombre, lo que expresa a través de su lenguaje poético es el poeta mismo, ya que la poesía y el hombre son inseparables. El arte es altruista, no se vende, el mismo ser no puede convertirse en mercancía. Sufre el artista, pero que no sufra la obra, ni nos haga sufrir, la luz viene de él y pasa a través de la obra, y así, su lenguaje nos pertenece. Sólo la tierra del hombre cultiva la poesía. Por eso tenemos fe en la expresión de Andrés Gauna,él está en esa obra.





 El Verbo que da nombre a las cosas creadas, se encarna en el lenguaje del arte, le pertenecemos. La patria de la infancia que habita en el adulto,ese lugar protegido en donde nace la crítica y la observación es la obra misma, la ofrenda del trabajador  del arte. Platón decía que es un misterioso lugar anterior a Dios, un lugar femenino, nutricio, matriz, capaz de construir toda lógica, historia o poesía.  
 León Felipe habla de los poetas. Están los poetas prometeicos, tienen el fuego en sus manos y testimonian la luz. También están los poetas malditos, los poetas lagartos, que vienen a dar testimonio de la sombra y sostienen viva la llama de la contracultura. Aparecen cuando estamos en el infierno y todo es demasiado. También traen luz.
¿Quién es el artista del pueblo? Aquel que cerca de nosotros practica religiosamente su disciplina. Y reconocemos la vida de un artista en  Andrés A. Guana, totalmente entregada a la  creación. Decía Joaquín Giannuzzi  que “la poesía come de todo” porque el poeta dice sí a todo, a la alegría, al dolor, a la tempestad y a la lluvia sanadora. El combustible de su creación es su propia experiencia. Tal vez un llamado profundo que resuena en ese corazón. No habla de los sofismas que algunos saben y enseñan con pompa y boato, no. Nos cuenta lo que ve frente al misterio de la vida, ante lo desconocido. Desarrolla su intuición y siente  la obligación de traducir toda su experiencia al lenguaje poético, que  desempeña el papel de una ciencia en transmutación.
 Ninguna iglesia pudo a través de la historia humana dar la clave para sentir el Absoluto, fueron incapaces de liberar al hombre de la materia que intenta devorarlo y convertirlo en su esclavo. Solo nos queda la función del arte. Y especialmente hoy, ante la ambigüedad, el mundo  nos somete a la servidumbre del vender y comprar, al pensamiento uniforme, agotando toda certeza. Por eso los artistas desde sus acciones reclaman el derecho a ser auténticos  y expresar la idea de libertad absoluta de las posibilidades interiores y espirituales del hombre.
 Si la poesía se hace carne y es un hecho humano, si los bárbaros de la belleza, de la intemperie y de la ardiente bondad (como dice Francisco de Madariaga) se reproducen y son muchos los artistas  anónimos, la sociedad no tendrá otra alternativa que adaptarse a ellos como a sí misma. Y esa será la victoria del arte, que para entonces tal vez ya no se llame arte, pero el mundo no será solo mercancía.     Rosa Machado