miércoles, 28 de febrero de 2018

Festival Nukepatas - Casa de la Cultura.



 



                         La fuerza del silencio

 Pilcomayo frenético andariego.
No hay fronteras para tu cauce,
 ni riveras,  ni monte que te acoja.
Poseído por la garganta del yacaré
masticas la leche denisa, imprevisible
en la que te meneas. Agua enloquecida
que abre  la compuerta
del silencio  impenetrable.
Pájaro atroz, quieren domar
tu furia pero ya estás perdido,
huyes desesperado. Llegas hasta mi casa
y me tengo que ir.


Sin embargo
no olvido ni un segundo
el tiempo en que navegas manso y fiel.
Fortuna  tibia para el cuerpo
 y suave  para el alma.
Traes la paz del sol y el pan de barro.
Obstinado en desbaratar tu lecho forastero
sopesas las posibilidades
confías la voluntad a las piedras
y permaneces oculto debajo de la piel furiosa.

Pero el trashumante siempre hablará
 de la visión que habita.
En ella funda su nación particular.


Si se nombra el silencio
contra viento y marea
en una lengua que sostiene
desconocidos universos humanos,
sorprende, dudo que desafine,
hablar en ese tono pertenece
al oído fino, distinto 
susurros de gruñidos. Ese puede llevar
el mundo entre sus manos.
 El cauce del pensar penetra
 como agua la madera, ve al exterior,
 ve a sus guardianes.
 Es la insistencia lo que derriba muros.


  
El homo sapiens sigue siendo
cazador recolector de joyas y ambrosias.
Será una forma de vida para unos
para otros  un deporte.
Pero pienso en los jardines de aquellos
que reservan y atesoran la virginidad
de los montes umbríos.
Para ellos, las abejas edifican palacios de cera
la  sacha fruta, dulce de sol, brilla desde lejos,
pequeños animales cruzan las sendas
y se entregan  venturosos.
El homo sapiens cazador recolector
 cultiva  sin alterar el diseño original
y camina descalzo en la tierra dorada.
Habla en susurro con el edén del monte
y entre ellos gorgean como pájaros.

El homo sapiens posee explícito derecho  
a vivir en  su Spiritu Mundi
con principios secretos
e incomprensibles razones
le fue reconocida por ley su trashumancia.
Pero su vecino, el homo sapiens depredador urbano,
cartesiano arrogante,
 colonizador colonizado, siempre con hambre
aunque posee el poder y el dinero,
cuando sale a cazar más de lo que tiene
monta un rifle y una topadora
 y por un camión de madera para sillas
destroza  la joya inmóvil de la gente
la envenena, la roba impunemente.
Avasalla el Silencio, como una bestia
que se arrastra hacia Belén.



¿Quién pudiera robar el “Cofre del joyero”
ese cúmulo estelar de la “Cruz del Sur”?
Porque en el cielo, este río de pájaros furiosos
es la Vía Nandú
aunque otros le llamen
 la Vía Láctea.


Vamos de cacería.
El monte se escapa
como arena entre los dedos
pero tenemos la presa en nuestras manos.
La excesiva debilidad desaparece.


Si un hijo del Pilcomayo
pierde la forma humana
apoyado en un tronco, cruza las piernas,
clava los ojos en el infinito
 y detiene el mundo
 mientras fuma.   


A la gente de Misión La Paz, Santa Victoria Este, Tartagal, Salta, que fueron evacuados por las inundaciones y ahora estan alojados en el lado paraguayo del río. Temen nunca más regresar.                                                                                                      Rosa Machado