Los Caballos Negros de
Carlos Varas Moras
Procedente del movimiento
cultural de fin de siglo del barrio Ciudad del Milagro que, próximo a la Universidad, alberga una juventud
intelectualmente inquieta, Carlos Varas Moras presentó su primer libro “Poemas Virales” , está como editor y
presentador Alejandro Morandini, siempre cerca del movimiento, casi como
impulsor y “curador”, ahora con el emprendimiento editorial naciente “El Druida”.
Carlos ya viene incursionando en las ediciones
cartoneras del barrio y tiene gran presencia
en lo que genera la actividad de difusión y producción cultural que promueven. Ediciones caseras,
recitales, tendederos y además cantautores, los eternos sostenes de la poesía
en todos los tiempos. En la presentación del poemario escuchamos a Valen Taina
y Víctor Conti.
Y los jóvenes
poetas se las traen con la palabra. Carlos cuenta con fuerza, estilo y
desparpajo. Pero también una afinidad
con la estética grunge de los años 90, grupos como Soundgarden, Nirvana, en el
cine Tarantino. El grunge proponía un estilo anti comercial y contracultural
“Smells
like teen Spirit” (hueles a espíritu
adolescente) era la frase de una canción que marcaba la época. De la música pasó
al cine y se coló en la literatura, recuerdo que leímos la novela “Generación
X”, de Douglas Copland. Aún persiste entre algunos de los nuevos escritores
salteños la tendencia de este estilo, propio de la cultura indie, con la
característica del nombre del disco de Nirvana: Nevermind, que me importa.
Cargados de una profunda fatiga y desinterés, pero ansiosos de una restauración
total de la sociedad, lo cuestionan todo y abren un campo en sus propios
espacios literarios en el que la belleza se levanta un poco esgrimida saca una
mano y dice aquí estoy.
Carlos Varas fue
depurando su expresión sin ninguna urgencia de ser publicado. Una
prudencia que le da ser un excelente lector.
El ejercicio de su poesía siempre está en movimiento hacia la claridad, la enunciación,
la esperanza. Aún le aguarda un largo camino.
Al hablar o escribir uno expresa cosas interesantes de manera prosaica, pero la poesía lo intenta desde otro lugar, el de una armonía trans lingüística, que resuene en los confines del ser. Esa resonancia confirma la veracidad expresiva y tañe cuerdas muy sutiles en el lector. Por eso los poetas son exigentes y rigurosos, leen, releen y revisan para que no repique el tono prosaico donde se devana la existencia perentoria.
Al hablar o escribir uno expresa cosas interesantes de manera prosaica, pero la poesía lo intenta desde otro lugar, el de una armonía trans lingüística, que resuene en los confines del ser. Esa resonancia confirma la veracidad expresiva y tañe cuerdas muy sutiles en el lector. Por eso los poetas son exigentes y rigurosos, leen, releen y revisan para que no repique el tono prosaico donde se devana la existencia perentoria.
Mientras leía “Poemas Virales”
recordé a Aldo Pellegrini, en su libro “Para contribuir a la confusión general”:
la poesía es impura, arrastra lo
vital del hombre, le pertenece al inocente porque es el que tiene el poder de
abrir la puerta, los imbéciles no acceden a la poesía, por más fuerza que hagan
la puerta sólo cede ante los INOCENTES,
los embriagados, los soñadores, los jardineros, esos que afirman la
rotunda realidad humana.
Poemas virales ¿Por qué? Como
dice Williams Bourrougs, “el lenguaje es un virus del espacio exterior”,
transhumano, hiperdimensional, extraterreno. Invade el habla de la gente, replica sus
características informativas infectando a otros, contagiándolos hasta el
infinito con sus discursos. A veces mata, porque la palabra mata y
los troyanos, un virus informático, le dan la razón.
Carlos fue infectado por el virus de la
palabra poética y de la acción poética, como lo demuestra cuando premia con
zapallos a sus lectores y cuando elabora largos recreos de frases, lo hacía Jacques Prévert,
cargando imágenes insólitas, a veces aportadas por el lenguaje cotidiano, reconstruyendo formas, empecinadamente, hasta
quitarles el sentido y redondear la ironía a riesgo de matar la lírica. Tal vez
apunta a devolvernos la confianza en el poder del humor mientras el poema “se
escurre por el resumidero junto a los pelos en la ducha”. El estilo collage que
utiliza en sus construcciones a veces rima y se deja llevar
por los caballos negros enardecidos en los que se monta su poesía joven,
exploradora, prometedora “Donde podrías ver corazones / mariposas, manos o
palomas”
Celebro “Poemas Virales” con la alegría que se
celebran las nuevas voces que aparecen y nos llenan con la gracia de su mirada
oblicua y su decir abrazador.
Caballos negros
Caballos negros salen de mi cabeza
El galope de sus cascos
Ha quedado derramado en la orilla
de mi cara,
Su trote alocado ha formado una barba
tupida,
Que algunos tratan de estúpida, inútiles caballos negros
Que trotan sobre el océano
Voltean sus crine sobre el borde
del brazo,
Llegan a la mesa como moscas al dulce,
Se los ve, rondan, pasan de costado,
Embisten el filo de la mesa,
Se golpean solos, son imbéciles,
Caóticos, tristes y oscuros.
Definitivamente negros,
Castaños negros que suben al cielo,
Vuelven al árbol ciego
De donde brotaron, juntos, cerca
En racimos que caen por los hombros,
Por ellos y sólo por ellos…
Ademáz como una puerta cuya llave
la tiene la palabra,
La palabra además que trae un dejo
de cosas,
Un soplo de vida, el lastre rastrero
del recuerdo,
Que los caballos negros evitan
En un inmenso y múltiple salto
por las tranqueras,
Arcoiris violeta, no estás,
Arcoiris rojo, no estás,
Arcoiris amarillo, no estás,
El resto de los arcoiris ausentes
Menos un largo y arqueado puente gris,
Negro musgoso, un acople obseno de caballos
Sobre el fondo de la hoja, cruzando
Tristania, ágiles
Y suaves hacia la libertad.de Carlos Varas Moras del libro Poemas Virales-2016
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